domingo, 23 de diciembre de 2007

Beso de despedida

Cuando estás vagando alrededor,
abrir la puerta de nuestro mundo...
no te satisface, ¿verdad?
Si tú extiendes tus alas, cree, y podrás volar.

Un beso de despedida, memoria del amor,
puede que te haya perdido,
las memorias del amor me han hecho fuerte.

Estás buscando con certeza,
aquello que todo el mundo ama;
un amor constante, está siempre en tu interior.

Un beso de despedida, adiós mi amada,
he cambiado a un nuevo yo.
Un beso de despedida, memoria del amor,
si solo pudiéramos cambiar a una nueva pareja.

Un beso de despedida, no lloraré.
Porque puedes ser amada otra vez
porque ya lo fuistes...

viernes, 21 de diciembre de 2007

Corazón

Corazón, ya no encuentro tus manos en las noches,
ya no puedo dedicarte bromas tontas,
ya no puedo caminar por tu casa y no sentir tu vacío,
ya no puedo mirar tu calle sin recordar tu nombre...

Corazón, he cantado muchas canciones desde que te fuiste,
fue hace tan poco pero me parece tan lejos,
y ellas han seguido, pero no estás conmigo,
y aún mis versos se escriben sin poder ser leídos...

Corazón, no sé si te escribiré de nuevo
no sé si podré dejar que mis palabras recorran tu silueta
que mis canciones acaricien tiernamente tu oído
que mis palabras vibren velozmente por tu cabello…

Corazón, son mis últimas líneas,
tengo tanto que decirte
pero temo que las palabras se queden en tus oídos,
tengo tanto que escribirte
pero temo que a mis letras las borren tus olvidos,
tengo tanto que sentirte
pero temo que cuando regreses ya no sienta lo mismo…

Un beso, en donde más te guste y en todo lo demás también;
un beso, todas las mañanas cuando te levantes
y uno en las noches cuando estés a punto de soñar;
un beso, a media mañana cuando el sol ilumine tu cabello
y uno a media tarde, cuando el sol caiga y estés mirando al cielo,
buscando una razón...

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Realidad

Aquí me acompañas,
en esta noche sombría,
las mismas canciones,
todas para tí,
¿será la última noche de verdad?
Quizas sí...
Quizas no...
¿Me esperarías ahí donde estuvieses?
Con esa mirada tuya en la cara,
como si nada te doliese,
como si nada te intimidara,
y yo contigo,
en nuestra noche...
¿será la última noche?

Así que, déjame acercarme a tí,
tan cerca como tú quieras,
lo suficiente para mí,
lo suficiente para notar tu corazón y su pulso,
cierra los ojos, y ábrelos,
y verás que ésto no es un sueño,
que es real,
estoy junto a tí,
¿supiste alguna vez que yo fui entero tuyo?
Cierra los ojos, y ábrelos,
y verás que no estas soñando,
que esto es real,
y que estoy junto a ti.

Extraños sucesos

Todos estos sucesos están basados en hechos reales.

I - La chica del cementerio

Mario y yo habíamos quedado a la una en el cementerio, para probar los rumores de que había un fantasma merodeando por la zona. Acordamos llevar una cámara y filmar durante media hora antes de irnos. Si la niña no aparecía, Javier nos tendría que dar veinte euros, y si aparecía, le tendríamos que dar veinte cada uno. El recibiría más dinero, pero teníamos a la lógica de nuestra parte.
El primero en llegar fui yo, cámara en mano. El cementerio estaba rodeado de árboles tenebrosos y oscuros; la mayoría de las tumbas estaban cubiertas de musgo. Estaba un poco asustado. Mario llegó cinco minutos después.

-¿Has traído la cámara? -preguntó ansioso.
-Sí, aquí la tengo.

La saqué y comencé a grabar.
Pasó media hora y el fantasma no aparecía. Triunfantes, guardamos la cámara y nos dispusimos a salir cuando oímos un susurro.

-¿Hola? -preguntó Mario.
-Habrá sido el viento, vámonos.

Nos dimos la vuelta y volvimos a oír ese susurro.

-Saca la cámara -dijo Mario, asustado.

Comencé a filmar y a mirar a todos lados. Se empezaron a oír unos susurros cada vez más fuertes. Al final pudimos entender.

-Hola...Hola...Hola...

Se nos erizó la piel e íbamos a salir corriendo cuando una niña apareció de la nada, delante de nosotros, con unos ojos brillantes. Gritamos y corrimos hasta llegar a casa de Mario. Ya más calmados, vimos la grabación y apareció de nuevo la niña con esos ojos tan brillantes. Joder, hemos perdido la apuesta.

II - El callejón

Mis dos amigas y yo decidimos reunirnos en el parque para ir caminando a la discoteca. Hoy era el gran día; las tres estábamos decididas a buscar novio. Delante del espejo, me puse lo más mona que pude. Salí orgullosa del baño, cogí el bolso (con un par de condones por si acaso) y bajé las escaleras. Mi madre me esperaba.

-Quiero que vuelvas a casa como mínimo a la una
-Entendido.

Era mentira, tenía pensado no volver hasta mañana, pero no pasaría nada. Salí de casa y caminé hasta llegar al parque. Mis amigas ya me esperaban.

-¡Raquel!

Nos dimos un par de besos y nos dirigimos a la discoteca. Íbamos por una calle cuando una de mis amigas, Carmen, señaló un callejón.

-Es un atajo, vayamos por ahí.

Las tres entramos en él y caminamos hasta llegar a una pared. Las dos miramos a Carmen.

-Vaya, esta pared no estaba antes de ayer.

Volvimos sobre nuestros pasos pero el callejón nunca acababa.

-¡No era tan largo la última vez! ¡Vamos a separarnos!

Carmen y mi amiga siguieron caminando y yo regresé por el callejón. El callejón torció y llegué a la salida.

-Qué raro, voy a volver a por...

Pero al girarme, no había ningún callejón.

III - El motorista fantasma

Enfrente tenía a mi psicólogo personal. Como aquellos días, empezó el exámen con la misma pregunta.

-¿Qué fue lo que pasó?
-Mire, estabamos mi mujer y yo paseando por la avenida marítima. No había ningún coche y tampoco vimos a nadie en ese momento, a pesar de ser las nueve de la noche. Estábamos extrañados, pero tampoco nos importó mucho. Entonces, a lo lejos vimos una moto. Pasó a nuestro lado y se paró. Era un esqueleto la que lo conducía. Salimos corriendo, como es normal, mientras gritaba "Vais a morir, vais a morir". Horripilante.
-Después de eso, por la mañana, fui a montarme en mi coche cuando encontré una calavera en el asiento. En su frente estaba grabado "Vais a morir". No sé que hacer, me estoy volviendo loco, es más... Ahora mismo lo estoy viendo.

Un esqueleto apareció detrás del psicólogo y le aplastó la cabeza. Salí corriendo de la habitación.

El teléfono sonaba.

-¿Diga?
-¿La señora Martínez?
-Sí, esa soy yo.
-Su marido ha ingresado en el manicomio.

IV - El garaje

Como todos los días, volví del trabajo cansado y me encontré con mi novia en la puerta de mi casa.

-La cena está lista. -decía con alegría.
-Ok, voy a aparcar el coche cariño.

Entré en el garaje de la comunidad y aparqué mi flamante volvo. Cogí mi maletín y mi chaqueta y me dirigí a la salida del garaje... Pero ésta no aparecía.

-Qué extraño...

Me acerqué a la pared y caminé siguiéndola hasta llegar a un tramo donde vi grabada la palabra EXIT y una flecha que señalaba hacia delante.

-¿Qué pasa aquí?

Volví a donde dejé el coche, pero ya no estaba. Asustado, llamé a mi novia.

-¡Cariño, tienes que ayudarme, estoy atrapado en el garaje y no se qué hacer!
-Tranquilo, ya encontrarás la salida, date prisa que la comida se enfría.

María apagó el móvil. Desesperado, comencé a dar rodeos. De vez en cuando aparecía un coche que no era mío y desaparecía segundos después. Entonces se me ocurrió una idea. Saqué de mi bolsillo un paquete de galletas y empecé a hacer un camino con ellas. Las dejaba a un metro de distancia y así estuve como diez minutos hasta que me di cuenta de que las galletas habían desaparecido... Fui a llamar de nuevo a María cuando un hombre se acercó a mí. Llevaba una chaqueta negra y unos vaqueros. Tenía el pelo largo que le caía delante de la cara y lo apartaba a soplidos.

-¡Menos mal que hay alguien! ¿Sabe donde está la salida?
-Sí, está cerca de aquí.
-Lléveme por favor.

Seguí al hombre lentamente. Entonces se me cayó el móvil. Al recogerlo y subir la mirada, el hombre había desaparecido. Volví a llamar a María.

-Por Dios, María, ven a buscarme, no sé como salir.
-Vale.

Cinco minutos después, el móvil volvió a sonar.

-Cariño...
-¿Si?
-No hay ningún garaje.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Epílogo: ¿El final?

Gray y yo nos levantamos y observamos el vacío que antes había sido Salitrea. Donde había estado solo quedaba una llanura árida de color grisáceo.

-Lisa... qué hemos hecho -dijo Gray.

De golpe, la cabeza me empezó a doler. Un dolor intenso que me corroía por dentro. Comencé a gritar, mientras que Gray hacía lo mismo. Estuvimos un rato en el suelo cuando mi mente se lleno de recuerdos. ¿Por qué estaba en Salitrea? El dolor cesó... y otro más bien distinto me golpeó de lleno.

-Gray...

-Sí, lo sé.

-Había venido a Salitrea a visitar a mi hermana Jill. Estaba en el coche cuando... un camión se cruzó y me dí de lleno contra el volante. Al despertarme me encontré en el parque de atracciones. No me acordaba...

-Yo le seguía la pista a un asesino cuando llegué a su casa y... me clavó un cuchillo en el pecho. Al despertarme estaba en la iglesia con Claudia.

-¿Cómo estará Jill? -dije preocupada.

-Mis dos hijas...

Los dos nos miramos. Samael nos debió quitar nuestros recuerdos sin darnos cuenta y habíamos estado todo este tiempo sin saberlo. Estábamos muertos, pero habíamos vuelto a la vida gracias a él... y habíamos condenado a los vivos.

Crónicas de Salitrea VI: La batalla final

La prisión se encontraba igual de oscura que el exterior. Recordé que llevaba encima una linterna, así que la saqué del bolsillo y la encendí. Iluminé la estancia, que parecía ser un pequeño vestíbulo; enfrente de mí se hallaba un detector de metales oxidado y a mi alrededor sólo había mesas y sillas desperdigadas. Pasé por el detector de metales y me interné por un largo pasillo que parecía que nunca iba a acabar... hasta que llegué a una puerta de metal. Al entrar en ella, descubrí con gran pesar que había unas escaleras de caracol que descendían a una oscuridad sin retorno. Con temor, bajé las escaleras, preparada para todo lo que fuese a encontrar.
Pasaron los minutos y yo seguía descendiendo por las escaleras cuando oí un ruido sobre mí; alguien había abierto la puerta del gran pasillo. Un sonido inhumano, parecido al sonido de los zombis en las películas de terror, se escuchó por toda la estancia y me heló la sangre. Corrí hacía abajo hasta tropezarme y caer en trompicones hasta el final de las escaleras. Se oía unos pasos detrás de mí, giré en redondo y apunté a las escaleras. Esperé pacientemente hasta que dejé de oir los pasos... y no ocurrió nada. Extrañada, miré hacia arriba, pero tampoco había nada. Fuese lo que fuese, se había marchado. Me dí la vuelta y me encontré con una puerta, en donde ponía escrito en rojo "Infierno". No tuve fuerzas para abrir la puerta hasta que oí un ruido por encima, lo cual me hizo entrar de golpe.
Una fila de celdas estaban a mi derecha, mientras que a mi izquierda solo encontré una pared maciza.

-¡Gray! -grité.

Fui pasando por las celdas y mirando en el interior hasta encontrarme una persona tirada en el suelo... que sin duda reconocí. El antiguo compañero de Gray, Wolf Johans. Tenía un aspecto lamentable. Unas grandes canas cubrían su cara, llena de arrugas. Sus ojos no tenían un brillo normal y tenía unas grandes ojeras. Llevaba poca ropa, y la que llevaba estaba maltrecha y sucia. Levantó la mirada y luego la bajó. No dijo nada.

-¿Wolf?

Wolf no se inmutó. Con un gran pesar, lo dejé donde estaba y continué la búsqueda de Gray, que me llevó hasta una celda abierta con un agujero enorme en la pared. Entré en él y grité el nombre de mi compañero. Comencé a correr por los pasillos que había visto en la extraña habitación de Samael (supongo que era él). Había un rastro de cadáveres de monstruos que la mente humana era incapaz de imaginar. Notaba que mi corazón se encogía de terror; no sabía si podría aguantar más antes de volverme loca.
Tras estar caminando un buen rato por los pasillos, encontré una puerta de madera ensuciada. Al entrar por ella, me dí cuenta de que dos personas se encontraban hablando. Una era Gray... y la otra era una mujer con aspecto de secretaria. Me acerqué a Gray, que se giró y me miró. Esa mirada... estaba llena de rabia y odio.

-¡Atrás o disparo! ¡Quiero a mi amiga!

Gray levantó la pistola y me apuntó.

-¡Espera Gray! ¡Soy Lisa, no Samael!

-¿Cómo sé yo eso? ¡Demuéstramelo!

Estuvé unos segundos pensando hasta que decidí hablar.

-Nos conocimos en un centro comercial de esta ciudad. En ese momento estaba tan perdida y asustada que no sabía si eras real o si, en ese caso, eras una buena persona. Pasé de tí y me fui corriendo hasta una tienda de ropa... donde me asesinaron por segunda vez en esta ciudad.

Gray bajó la pistola y sus ojos se llenaron de ternura.

-Lo siento Lisa...

Nos dimos un gran abrazo y luego miré a la mujer sentada.

-¿Quién es esa? -Mi mujer, Sha...

La mujer había desaparecido.

-Pero qué...

Todo se sumió en una oscuridad antinatural. Sentía la presencia de Gray a mi lado. Nos cogimos de la mano mientras a nuestra alrededor se iba formando un paisaje. Estabamos en la cima de una colina. A lo lejos se divisaba Salitrea, pero no la Salitrea oscura y terrorífica que yo tan bien conocía. Los edificios estaban limpios y las calles irradiaban vida. Sus cuidadanos eran personas normales que realizaban sus quehaceres diarios. El cielo era de un azul que nunca había recordado. Gray se sentó en la colina y sus ojos se llenaron de lágrimas.

-¿Ya está? ¿Esto es todo?

-Creo que sí...

Me tumbé en la fresca hierba que no sentía desde hacia mucho tiempo... y entonces la ciudad de Salitrea fue engullida por la niebla de Samael.

martes, 11 de diciembre de 2007

Crónicas de Salitrea V: La salvación

Cuando desperté, me di cuenta de que "Lisa" me había encerrado en una celda. Los barrotes parecían oxidados y cubiertos de un líquido rojo y espeso parecido a la sangre. Las paredes, sucias y destrozadas por el paso del tiempo. Lisa se hallaba detrás de los barrotes, sentada en una silla. Sus ojos no eran como siempre. Eran grises y sin vida.
-¿Ya te has despertado, cariño?
-Calla, arpía. -proferí -Devuélveme a mi amiga. -dije mientras me levantaba.
-¿De qué hablas? Soy Sharon, tu mujer.
...
-¿Cómo?
Ahora que me fijaba, la mujer que estaba sentada en la silla no era Lisa. Tenía el pelo de color anaranjado, recogido en un moño. Llevaba unas gafas pequeñas y tenía los ojos marrones. Su cuerpo era bastante delgado e iba vestida con un traje azul que le llegaba hasta las rodillas. Llevaba unos tacones rojos.
-Sí, Gray, nos separamos hace ya dos años, pero he logrado encontrarte.
-Tú no eres Sharon, no puedes estar aquí. Me aferré a los barrotes.
-¿Recuerdas aquella vez en el hotel? Me dijiste que volverías a llevarme, pero me dejaste sola. Te he estado buscando todo este tiempo, y te he encontrado aquí, en esta prisión. ¿Qué has hecho?
-¡Yo no he hecho nada! ¡Tú no eres real!
-¿Cómo puedes decirle eso a tu propia esposa? -Sharon se levantó y se acercó a los barrotes. Me acercó su mano y me acarició la cara. -¿Ves? Soy real.
-Sharon... Dejé que me acariciase; notaba el calor de su mano. ¿Era de verdad real, podía estar mi mujer aquí... conmigo?
-Ven a por mí, Gray. Te estoy esperando.
Sharon se sentó en la silla. Un ruido se oyó a mi espalda. Giré para ver que había provocado el ruido; la pared se había desplomado.
-Cariño, voy a por ti, quédate donde estás. Me interné por la derrumbada pared.
Por otra parte, Claudia se asomaba por la ventana más alta de la iglesia. Jameson practicaba con la escopeta que le había dado ella. Parecía gustarle. Claudia observó el cielo, que comenzó a cambiar. La niebla que era común en Salitrea se tornó oscuridad. La ciudad fue cayendo en una noche permanente. Claudia abrió los ojos desorbitadamente.
-No es posible... Miró hacia bajo.
-¡Jameson, métete en la iglesia, rápido!
Jameson miró hacia arriba y el pánico se apoderó de él. Entró corriendo dentro del edifico cuando todo se sumió en las tinieblas.
Me encontraba en una habitación pequeña. Había un gran cristal por una parte. En la otra, hábía un gran amuleto piramidal grabado en la pared. El amuleto de Metatron. A través del cristal, había otra habitación igual que la que estaba yo. Una estrella de cinco puntas estaba grabada en la pared. La estrella satánica. El signo de Samael. Una mujer igual que yo se encontraba ahí. Tenía el pelo oscuro y sus ojos eran grises. Su cuerpo irradiaba un aura maligna. Élla me miró.
-Lisa, ha llegado el momento de saber si quieres sobrevivir a mi infierno. Tienes una oportunidad. Debes salvar a tu amigo antes de que caiga en las garras del mal.
Una imagen apareció en el cristal. Se observaba a Gray corriendo por unos pasillos infestados de monstruos inimaginables. Avanzaba como podía, disparando a todas las abominaciones que encontraba.
-Si lo salvas, podréis salir vivos de aquí. Si fallas... Salitrea os atrapará para siempre, y me haré con el control de vuestras almas. Adiós.
La mujer se desvaneció y las habitaciones también. Lentamente, me materialicé en la entrada de una prisión. El cielo se había vuelto oscuro y las calles de la ciudad se encontraban atestadas de monstruos. Oía los gritos que producían y helaban la sangre. Entré en la prisión, a luchar por mi libertad.