miércoles, 19 de diciembre de 2007

Extraños sucesos

Todos estos sucesos están basados en hechos reales.

I - La chica del cementerio

Mario y yo habíamos quedado a la una en el cementerio, para probar los rumores de que había un fantasma merodeando por la zona. Acordamos llevar una cámara y filmar durante media hora antes de irnos. Si la niña no aparecía, Javier nos tendría que dar veinte euros, y si aparecía, le tendríamos que dar veinte cada uno. El recibiría más dinero, pero teníamos a la lógica de nuestra parte.
El primero en llegar fui yo, cámara en mano. El cementerio estaba rodeado de árboles tenebrosos y oscuros; la mayoría de las tumbas estaban cubiertas de musgo. Estaba un poco asustado. Mario llegó cinco minutos después.

-¿Has traído la cámara? -preguntó ansioso.
-Sí, aquí la tengo.

La saqué y comencé a grabar.
Pasó media hora y el fantasma no aparecía. Triunfantes, guardamos la cámara y nos dispusimos a salir cuando oímos un susurro.

-¿Hola? -preguntó Mario.
-Habrá sido el viento, vámonos.

Nos dimos la vuelta y volvimos a oír ese susurro.

-Saca la cámara -dijo Mario, asustado.

Comencé a filmar y a mirar a todos lados. Se empezaron a oír unos susurros cada vez más fuertes. Al final pudimos entender.

-Hola...Hola...Hola...

Se nos erizó la piel e íbamos a salir corriendo cuando una niña apareció de la nada, delante de nosotros, con unos ojos brillantes. Gritamos y corrimos hasta llegar a casa de Mario. Ya más calmados, vimos la grabación y apareció de nuevo la niña con esos ojos tan brillantes. Joder, hemos perdido la apuesta.

II - El callejón

Mis dos amigas y yo decidimos reunirnos en el parque para ir caminando a la discoteca. Hoy era el gran día; las tres estábamos decididas a buscar novio. Delante del espejo, me puse lo más mona que pude. Salí orgullosa del baño, cogí el bolso (con un par de condones por si acaso) y bajé las escaleras. Mi madre me esperaba.

-Quiero que vuelvas a casa como mínimo a la una
-Entendido.

Era mentira, tenía pensado no volver hasta mañana, pero no pasaría nada. Salí de casa y caminé hasta llegar al parque. Mis amigas ya me esperaban.

-¡Raquel!

Nos dimos un par de besos y nos dirigimos a la discoteca. Íbamos por una calle cuando una de mis amigas, Carmen, señaló un callejón.

-Es un atajo, vayamos por ahí.

Las tres entramos en él y caminamos hasta llegar a una pared. Las dos miramos a Carmen.

-Vaya, esta pared no estaba antes de ayer.

Volvimos sobre nuestros pasos pero el callejón nunca acababa.

-¡No era tan largo la última vez! ¡Vamos a separarnos!

Carmen y mi amiga siguieron caminando y yo regresé por el callejón. El callejón torció y llegué a la salida.

-Qué raro, voy a volver a por...

Pero al girarme, no había ningún callejón.

III - El motorista fantasma

Enfrente tenía a mi psicólogo personal. Como aquellos días, empezó el exámen con la misma pregunta.

-¿Qué fue lo que pasó?
-Mire, estabamos mi mujer y yo paseando por la avenida marítima. No había ningún coche y tampoco vimos a nadie en ese momento, a pesar de ser las nueve de la noche. Estábamos extrañados, pero tampoco nos importó mucho. Entonces, a lo lejos vimos una moto. Pasó a nuestro lado y se paró. Era un esqueleto la que lo conducía. Salimos corriendo, como es normal, mientras gritaba "Vais a morir, vais a morir". Horripilante.
-Después de eso, por la mañana, fui a montarme en mi coche cuando encontré una calavera en el asiento. En su frente estaba grabado "Vais a morir". No sé que hacer, me estoy volviendo loco, es más... Ahora mismo lo estoy viendo.

Un esqueleto apareció detrás del psicólogo y le aplastó la cabeza. Salí corriendo de la habitación.

El teléfono sonaba.

-¿Diga?
-¿La señora Martínez?
-Sí, esa soy yo.
-Su marido ha ingresado en el manicomio.

IV - El garaje

Como todos los días, volví del trabajo cansado y me encontré con mi novia en la puerta de mi casa.

-La cena está lista. -decía con alegría.
-Ok, voy a aparcar el coche cariño.

Entré en el garaje de la comunidad y aparqué mi flamante volvo. Cogí mi maletín y mi chaqueta y me dirigí a la salida del garaje... Pero ésta no aparecía.

-Qué extraño...

Me acerqué a la pared y caminé siguiéndola hasta llegar a un tramo donde vi grabada la palabra EXIT y una flecha que señalaba hacia delante.

-¿Qué pasa aquí?

Volví a donde dejé el coche, pero ya no estaba. Asustado, llamé a mi novia.

-¡Cariño, tienes que ayudarme, estoy atrapado en el garaje y no se qué hacer!
-Tranquilo, ya encontrarás la salida, date prisa que la comida se enfría.

María apagó el móvil. Desesperado, comencé a dar rodeos. De vez en cuando aparecía un coche que no era mío y desaparecía segundos después. Entonces se me ocurrió una idea. Saqué de mi bolsillo un paquete de galletas y empecé a hacer un camino con ellas. Las dejaba a un metro de distancia y así estuve como diez minutos hasta que me di cuenta de que las galletas habían desaparecido... Fui a llamar de nuevo a María cuando un hombre se acercó a mí. Llevaba una chaqueta negra y unos vaqueros. Tenía el pelo largo que le caía delante de la cara y lo apartaba a soplidos.

-¡Menos mal que hay alguien! ¿Sabe donde está la salida?
-Sí, está cerca de aquí.
-Lléveme por favor.

Seguí al hombre lentamente. Entonces se me cayó el móvil. Al recogerlo y subir la mirada, el hombre había desaparecido. Volví a llamar a María.

-Por Dios, María, ven a buscarme, no sé como salir.
-Vale.

Cinco minutos después, el móvil volvió a sonar.

-Cariño...
-¿Si?
-No hay ningún garaje.

2 comentarios:

Esther dijo...

Relatos breves, un estilo simple; historias, leyendas urbanas, quizás (la ironía de “todos están basados en hechos reales”, lo cual quiere decir: me lo contó mi prima, que conoce al novio de la chica a la cual le pasó, te lo juro, es cierto, creeme). Con toques de humor por aquí y por allá. Buenos finales, todos: una línea simple, contundente, que cierra (o deja abierta) la historia. Sin monstruos ni sangre; el simple terror de lo que desaparece o aparece en forma fantástica, de aquello que la razón no puede comprender, la lógica no puede asir, y por eso aterroriza.

El que más me gustó fue el último. Una acción completamente cotidiana: estacionar el auto en el garage. Y luego...lentamente se va saliendo del mundo real. Buen clima el creado; sobre todo, las conversaciones telefónicas con la novia. Eso es un muy buen acierto. Y el tipo, con el pelo en la cara ¡señor! ¿Desde cuándo está dando vueltas en ese lugar infernal? Un náufrago, perdido en ¿una zona a-dimensional? ( los autos pasan de largo, sí, aquí hay un cruce de dimensiones o algo de ese estilo, algunos pobres desgraciados quedan atrapados en el otro lugar)

De lo mejor de tu producción, compañero

Esther
(que todavía pretende dormir de noche...jejejeje)

Pablo dijo...

Pues gracias por pasar y comentar, para mí también es mi favorito el del garaje. Gracias por todos los comentarios esther, un abrazo :D