sábado, 15 de diciembre de 2007

Crónicas de Salitrea VI: La batalla final

La prisión se encontraba igual de oscura que el exterior. Recordé que llevaba encima una linterna, así que la saqué del bolsillo y la encendí. Iluminé la estancia, que parecía ser un pequeño vestíbulo; enfrente de mí se hallaba un detector de metales oxidado y a mi alrededor sólo había mesas y sillas desperdigadas. Pasé por el detector de metales y me interné por un largo pasillo que parecía que nunca iba a acabar... hasta que llegué a una puerta de metal. Al entrar en ella, descubrí con gran pesar que había unas escaleras de caracol que descendían a una oscuridad sin retorno. Con temor, bajé las escaleras, preparada para todo lo que fuese a encontrar.
Pasaron los minutos y yo seguía descendiendo por las escaleras cuando oí un ruido sobre mí; alguien había abierto la puerta del gran pasillo. Un sonido inhumano, parecido al sonido de los zombis en las películas de terror, se escuchó por toda la estancia y me heló la sangre. Corrí hacía abajo hasta tropezarme y caer en trompicones hasta el final de las escaleras. Se oía unos pasos detrás de mí, giré en redondo y apunté a las escaleras. Esperé pacientemente hasta que dejé de oir los pasos... y no ocurrió nada. Extrañada, miré hacia arriba, pero tampoco había nada. Fuese lo que fuese, se había marchado. Me dí la vuelta y me encontré con una puerta, en donde ponía escrito en rojo "Infierno". No tuve fuerzas para abrir la puerta hasta que oí un ruido por encima, lo cual me hizo entrar de golpe.
Una fila de celdas estaban a mi derecha, mientras que a mi izquierda solo encontré una pared maciza.

-¡Gray! -grité.

Fui pasando por las celdas y mirando en el interior hasta encontrarme una persona tirada en el suelo... que sin duda reconocí. El antiguo compañero de Gray, Wolf Johans. Tenía un aspecto lamentable. Unas grandes canas cubrían su cara, llena de arrugas. Sus ojos no tenían un brillo normal y tenía unas grandes ojeras. Llevaba poca ropa, y la que llevaba estaba maltrecha y sucia. Levantó la mirada y luego la bajó. No dijo nada.

-¿Wolf?

Wolf no se inmutó. Con un gran pesar, lo dejé donde estaba y continué la búsqueda de Gray, que me llevó hasta una celda abierta con un agujero enorme en la pared. Entré en él y grité el nombre de mi compañero. Comencé a correr por los pasillos que había visto en la extraña habitación de Samael (supongo que era él). Había un rastro de cadáveres de monstruos que la mente humana era incapaz de imaginar. Notaba que mi corazón se encogía de terror; no sabía si podría aguantar más antes de volverme loca.
Tras estar caminando un buen rato por los pasillos, encontré una puerta de madera ensuciada. Al entrar por ella, me dí cuenta de que dos personas se encontraban hablando. Una era Gray... y la otra era una mujer con aspecto de secretaria. Me acerqué a Gray, que se giró y me miró. Esa mirada... estaba llena de rabia y odio.

-¡Atrás o disparo! ¡Quiero a mi amiga!

Gray levantó la pistola y me apuntó.

-¡Espera Gray! ¡Soy Lisa, no Samael!

-¿Cómo sé yo eso? ¡Demuéstramelo!

Estuvé unos segundos pensando hasta que decidí hablar.

-Nos conocimos en un centro comercial de esta ciudad. En ese momento estaba tan perdida y asustada que no sabía si eras real o si, en ese caso, eras una buena persona. Pasé de tí y me fui corriendo hasta una tienda de ropa... donde me asesinaron por segunda vez en esta ciudad.

Gray bajó la pistola y sus ojos se llenaron de ternura.

-Lo siento Lisa...

Nos dimos un gran abrazo y luego miré a la mujer sentada.

-¿Quién es esa? -Mi mujer, Sha...

La mujer había desaparecido.

-Pero qué...

Todo se sumió en una oscuridad antinatural. Sentía la presencia de Gray a mi lado. Nos cogimos de la mano mientras a nuestra alrededor se iba formando un paisaje. Estabamos en la cima de una colina. A lo lejos se divisaba Salitrea, pero no la Salitrea oscura y terrorífica que yo tan bien conocía. Los edificios estaban limpios y las calles irradiaban vida. Sus cuidadanos eran personas normales que realizaban sus quehaceres diarios. El cielo era de un azul que nunca había recordado. Gray se sentó en la colina y sus ojos se llenaron de lágrimas.

-¿Ya está? ¿Esto es todo?

-Creo que sí...

Me tumbé en la fresca hierba que no sentía desde hacia mucho tiempo... y entonces la ciudad de Salitrea fue engullida por la niebla de Samael.

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