lunes, 29 de octubre de 2007

Crónicas de Salitrea III: El culto de Samael

Ante nosotros se hallaba edificada la biblioteca pública de Salitrea. Construida en medio de la ciudad, todos los días recibía gente... pero ya no. Ahora presentaba un estado sucio y tenebroso.
Gray y yo entramos en el vestíbulo y pasamos a la sección de historia.
-Gray... ¿qué se supone que debemos buscar? -dije interesada.
-Intenta coleccionar todos los libros que puedas sobre los primeros años de vida de la ciudad. -dijo, mientras sacaba un par de libros de una estantería.
-Busca algo importante.
-Entendido.
Saqué unos cuantos ejemplares de la múltiples estanterías y comencé a leer. Era un trabajo arduo y tedioso que nos llevó horas y horas hasta que encontré algo bastante curioso.
La ciudad fue fundada en 1589 por los colonos ingleses. La mayoría participaban en una secta de un dios llamado Metatrón. Durante el siglo XVII esta secta influenció bastante la ciudad. Pero luego, los máximos integrantes de la secta fueron muriendo uno a uno sin ninguna causa explicable.
-Gray, ven a ver lo que he encontrado.
Gray se acercó rápidamente a mí.
-¿Qué opinas de ésto? -le pregunté, mientras señalaba el párrafo sobre la secta de Metatron.
Gray la leyó detenidamente.
-Aquí pone que su sede se encontraba en una iglesia escondida en... el bosque. Los dos nos miramos.
-Siempre supe que en ese bosque había algo raro.
-Lisa, a lo mejor ese lugar ya no existe. -dijo Gray -Podemos ir a investigar, pero no te aseguro nada.
-Vamos.
Los dos salimos de la biblioteca con más preguntas que respuestas.

Entramos en el siniestro bosque y nos dirigimos al manantial a beber agua. Debíamos seguir unas indicaciones para buscar la sede del culto religioso. Lo mejor sería separarnos; no me gustaba nada. Odiaba encontrarme con un monstruo horrible y que intentase matarme.
-Gray, ¿cómo podremos seguir una dirección en este bosque si todo lo que se ve son árboles y niebla?
-Escúchame bien. -dijo Gray, seriamente -Tomaremos como punto de partida este manantial. A medida que vayas avanzando, ve dejando marcas en los árboles con una piedra para orientarte y saber si has pasado ya por ese lugar. Por lo que decía el libro, el escondite de los monjes se encontraba bastante metido en el bosque. Deberíamos empezar a buscar en esa dirección -Señaló a una masa de árboles por detrás del manantial. -Tu buscarás por la derecha, yo por la izquierda.
Gray se fue a su lado mientras yo desenfundaba mi pistola y tomaba otro camino. Avanzaba de árbol en árbol, dejando una marca en cada uno. Al rato de caminar, observé que la niebla iba desapareciendo. El paisaje ya normal de árboles y niebla había desaparecido; en su lugar se encontraba la entrada de una cueva oscura y tenebrosa. ¿Sería aquí dónde se hallaba la antigua secta? Llamé a Gray; no obtenía ninguna respuesta, así que me interné en la cueva. Todo estaba oscuro, pero gracias a Dios llevaba una linterna con la que iluminar el camino lleno de rocas que me hicieron tropezar más de una vez.
Comencé a oír un ruido a lo lejos. Mientras me iba acercando, lo iba reconociendo; quizás un objeto métalico siendo arrastrado por el suelo. Temerosa, vislumbré una luz a lo lejos. Al meterme en ella, entré en una gran habitación llena de cadenas y rejas. Las cadenas se movían por poleas sucias y oxidadas. En el centro de la habitación, un hombre sujetaba una herramienta con la que martilleaba algo encima de un yunque. Con terror, observé que lo que estaba martilleando era la cabeza de una persona que gritaba. Sus ojos inyectados en sangre me miraban. El hombre destrozó la cabeza y se giró.
Tenía la cara deformada; la espina dorsal se le salía del cuerpo de una forma muy grotesca. Era bastante alto. Avanzaba lentamente, con unas piernas esqueléticas. Su cabeza se movía hacia todos lados, muy rápido. La herramienta que tenía en su mano derecha era una especie de martillo con dos picos a los lados.
Disparé y disparé hasta que vacié el cargador en su cabeza. El hombre seguía como si nada. Alzó su herramienta hacia mí. Recargué rápidamente y salí corriendo de la cueva. Me tumbé en la tierra y lloré escandalosamente. Gray vino al cabo de un rato.
-¿Qué ha pasado? -preguntó preocupado.
-Una pesadilla horrible, Gray -dije entre sollozos -Necesito ayuda.
-He encontrado lo que parece ser una iglesia derruida. ¿Quiéres venir conmigo?
-¡Claro que sí!
Me aferré a su brazo. Él me atrajo hacia su pecho mientras me desahogaba. Al parar de llorar, me sequé los ojos y le miré.
-Siento la escena. -dije, mientras me secaba las lágrimas.
-No te preocupes, es normal. ¿Estás más tranquila?
-Sí... continuemos.
Me dirijo una mirada de preocupación y se puso en marcha. Yo le seguí.

Llegamos a la iglesia derruida de la que hablaba Gray. Innumerables trozos de piedra se desparramaban por el claro. Un par de habitaciones se sostenían en pie. Vi bastantes libros esparcidos por el suelo.
-Busquemos información sobre este grupo.
Los dos nos agachamos y cogimos un par de libros. En el primer libro descubrí un dato muy revelador.
La secta de Metatron competía con otra, la del demonio Samael. Este demonio en particular se alimenta de los pensamientos negativos y del miedo para aumentar su poder. Esta secta había sido perseguida y aniquilada en el año 1891, pero hacía dos décadas habían comenzado a resurgir poco a poco. Había escritos varios nombres de personas pertenecientes a la secta de Metatron; Henry Dalton, Arnold Keyman, Jeremy Fergie y Kyle Mahenssi. El último de ellos era el alcalde de Salitrea.

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