domingo, 21 de octubre de 2007

Crónicas de Salitrea II: Los detectives malditos

-Por aquí.
Los dos desenfundamos las pistolas y pasamos por un gran callejón. Debíamos buscar a un tal Jameson, un hombre de treinta y tantos años, que había entrado en Salitrea hace menos de una hora. Vimos una bicicleta rota y una camilla con un cadáver. La sangre caía por el borde.
-Nos dijo que aparecería por aquí cerca dentro de un minuto. Separémonos.
Cada uno se fue por un lado del callejón. Tras un minuto, una persona se materializó encima de la camilla del cadáver. Éste comenzó a gritar al notar lo que tenía debajo y cayó de golpe. El cadáver se levantó lentamente y se tiró de la camilla. Tenía un aspecto aterrador y esquelético; carne medio carcomida por el paso del tiempo y le faltaban los ojos. Aun así, eso no le impedía moverse. Comenzó a subir encima del hombre cuando dos disparos le llegaron a la cabeza. Le tendí la mano al hombre, que la cogió bastante consternado. Vacié mi cargador en el monstruo, que dejó de acercarse a nosotros. Mi compañero llegó cuando estaba recargando.
-¿Qué está pasando? -dijo Jameson.
-Tranquilo, ya ha pasado todo -le dije -Nuestra jefa te lo explicará.
-Pero... ¿quiénes son ustedes?
Mi compañero y yo nos miramos.
-Él es Gray Galvin y yo... soy Lisa Garland.

Hace más o menos un año que estoy atrapada en esta pesadilla. Por entonces, morir era una rutina, pero Claudia dio un nuevo sentido a mi existencia, a mi vida. Un papel con el que soportar la eternidad. Nosotros somos los detectives malditos. Buscamos a la gente que entra en Salitrea... antes de que se pierdan a ellos mismos en la eterna niebla de la ciudad. Antes era el trabajo de Gray y un hombre llamado Wolf, pero perdió la cabeza y desapareció un día. No pudimos contactar con él. Desde entonces, yo soy la compañera de Gray. Él me ha enseñado la ciudad entera; la conozco como la palma de mi mano. Me enseñó a usar mi querida pistola, de nombre "Black Rose". También me enseñó a evitar morir con las pesadillas. Los primeros meses fueron lo peor, casi termino como Wolf, pero entonces pasó una cosa extraña.
Encontré a una niña de ocho años por Salitrea. Su nombre era Rebbeca. Ella decía que se había perdido y no sabía cómo salir de la ciudad. Con lágrimas en los ojos, le expliqué que no podía salir, que estaba atrapada para siempre, pero entones ella me dijo: "¿Estás loca? Aquí no hay nada malvado, no hay monstruos, los monstruos no existen." Entonces, desapareció. Desde ese momento, me convertí en una verdadera detective de Salitrea. De alguna manera, Rebecca no estaba atrapada. Debía buscar cómo salir. Entonces comenzó la búsqueda de la salvación.

Llevamos al pobre Jameson hasta Claudia, que le explicó lo que pasaba. El pobre tuvo la misma reacción que yo; se tiró por la alta ventana de la iglesia. Lo peor es que nuestros cadáveres seguían donde habían muerto. De vez en cuando, contemplaba mi cadáver y el de Gray, juntos en la hierba. Era bastante raro verse muerta. Otro de los problemas que teníamos eran las necesidades de comer y beber; morirse de hambre y de sed también era posible. Nos alimentábamos de los frutos del bosque que, sin saber porqué, estaban en aquella dimensión paranormal. Había dos manantiales de los que podíamos beber agua pura. Desgraciadamente, las primeras veces que iba a comer y beber me atrapaba una pesadilla y sufría bastante... Pero ahora que sé evitarlas, no hay ningun problema. Así transcurría nuestra vida: rescatando personas de las pesadillas, atendiendo a nuestras necesidades y buscando la forma de salir de esta pesadilla. Entonces fue cuando Gray y yo decidimos buscar información sobre Samael en la biblioteca pública.

1 comentario:

Jose M. Bravo dijo...

Muy guapo tu blog...

Saludos!