domingo, 7 de octubre de 2007

Crónicas de Salitrea I - Las pesadillas de Lisa

Abrí mis ojos y me encontré enfrente de un parque temático. Empecé a caminar. Pasé por la entrada, que tenía un gran letrero fosforescente donde se leía "Lakeside Amusement Park". Miré asustada a todos lados; un par de conejos de peluche chorreaban sangre por la boca. Las barandillas de las atracciones, oxidadas y tenebrosas, impedían la salida del extraño sitio.
-¿Dónde estoy?
Me miré la mano. Estaba sujetando un cuchillo. Confusa, me lo guardé en mi chaqueta y seguí caminando. Todo tenía aspecto de estar sucio, muy sucio. El cielo era oscuro, pero las luces de las farolas alumbraban el lugar. Pero lo más notable era ese ambiente... frío. Había un gran tiovivo con unos corceles de blanco girando lentamente a mi derecha. Los contemplé durante unos instantes. Un ruido estridente salía de su interior.
-¿Qué es eso?
Una figura monstruosa surgió del tiovivo. Era una niño con los ojos amarillos. De ellos salían una sangre roja, muy roja... anormalmente roja. Caminaba débilmente y su piel era de un tono grisaceo. Chilló tan horriblemente que empecé a gritar. Él se acercó a mí y tuve que acuchillarle hasta que cayó rendido bajo mis pies. Lloré hasta hartarme. Un charco de sangre negra y espesa se había formado bajo mis pies.-Que alguien me ayude...Otro niño monstruoso salió del tiovivo, y otro, y otro. Lentamente, noté como me cogían y devoraban sin que pudiese hacer nada.

-¡DIOS!
Me levanté de golpe de una silla. Estaba en un restaurante. Había unas ventanas a mi derecha, cerradas con persianas que impedían ver con claridad el exterior. Intenté abrirlas pero no podía. Salí del restaurante y vi su entrada. ¿Mcdonald´s? ¿Me había dormido en el Mcdonald´s? Sacudí la cabeza. La pesadilla me había sentado bastante mal. Tengo que llamar a mi padre para saber a qué hora me recogerá a la salida.
Recorrí todo un centro comercial donde no había ninguna persona. ¿Dónde se había metido todo el mundo? Al llegar a un teléfono público, saqué unas monedas y llamé a mi padre. Un llanto se escuchó al otro lado del teléfono, haciendo que lo dejase caer. ¿Qué había sido eso? Me di la vuelta y vi a un hombre con una chaqueta de cuero marrón. Tenía un gran mostacho negro y el pelo canoso. Su cara marcada de arrugas mostraba unos ojos casi inexpresivos.
-¿Lisa Garland? -preguntó. Tenía una voz grave.
-Sí soy yo, ¿qué pasa?
-¿Podrías acompañarme?
-¿A dónde? ¿Qué quieres de mí?
-Deja que me explique, soy detective y...
-Porfavor déjeme. Mi padre siempre dice que no hable con extraños.
Comencé a caminar deprisa alejándome del extraño individuo.
-Si huyes, sufrirás.
Eso me asustó bastante e hizo que corriese. Al cansarme, miré atrás, pero el hombre ni se había molestado en seguirme. No estaba a mi alrededor. ¿Quién era? Entré en una tienda de ropa para buscar a alguien y encontré un espectáculo horrible.Un monstruo con un cuello desmesuradamente largo etaba devorando una persona. Tenía una cabeza alargada y un cuerpo de demonio. Al mirarme, mi corazón casi explotó.
-¡AYUDA! ¡AYUDA! ¡DIOS MÍO QUE ALGUIEN ME AYUDE!
Lloriqueé e intenté salir de la tienda. Extrañamente, no podía abrir ninguna puerta. El pánico me invadió y noté que mi corazón se paró. Lentamente, caí al suelo y antes de cerrar los ojos vi la boca del monstruo devorando mi brazo.

Al levantarme en un extraño vagón, empecé a llorar. ¿Qué me estaba pasando? ¿Qué era esta serie de pesadillas? Cómo no, éste estaba desierto, igual que todo el tren. Intenté salir de él, pero todas las puertas y ventanas estaban cerradas. Entonces, el tren comenzó a moverse. Sentí miedo, pero también la esperanza de encontrar a otra persona en esa pesadilla; corrí a la cabina del conductor, pero la encontré vacía. ¿El tren se había puesto en marcha solo, por sí mismo? No sabía que hacer. Estaba desesperada. Salté hacia una ventana y caí en el raíl. El tren me pasó por encima a toda velocidad.

Al abrir los ojos lentamente, vi la cara del detective del centro comercial. Parecía estar infinitamente cansado.
-¿Ya has sufrido bastante? -preguntó.
-¡¿Qué me estás haciendo?! -grité desolada.
Comencé a llorar otra vez. Curiosamente, no me cansaba de llorar.
-No soy yo, es la ciudad. Deja que te lleve ante Claudia. Ella te lo explicará todo.
Justo antes de levantarme, el me miró a mis ojos muy serio y dijo:
-Ni se te ocurra separarte de mí. Nunca.
-Va...vale.
Los dos caminamos por el interior de lo que parecía ser una catedral barroca hasta la torre más alta. En ella, una mujer de mediana edad estaba de pie mirando por la ventana. Todo estaba cubierto por una niebla espesa, así que no se adónde estaría mirando. Al girarse, vi que era más vieja de lo que aparentaba. Tenía la cara surcada por una riada de arrugas. Sus ojos parecían sufrir cataratas y sus labios estaban incoloros y cortados.
-Lisa... bienvendia a Salitrea. Espero que podamos llevarnos bien durante la eternidad.
-¿De qué hablas? -dije.
-Te explicaré. Déjanos a solas Gray.
Gray se tiró por la ventana. Me quedé helada.
-Esta ciudad, Salitrea, está maldita. ¿No notas al demonio en el ambiente? Es el castigo que nos impuso dios al matar a su mesías.
-¿Qué dios?
-Samael, el dios de la reencarnación. Maldijo esta ciudad y condenó a todo el que entrara a sufrir un tormento inimaginable para toda la eternidad. Estás atrapada para siempre, querida, igual que yo. Terminarás volviendote loca, como todos.
Me quedé sin habla. Eso era imposble. No se podía vivir eternamente... y morir eternamente. Ya no pude soportarlo más. Me tiré por la misma ventana de Gray. Lo último que vi fue su cadáver en el suelo.

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