jueves, 27 de septiembre de 2007

Miedo en el foro

Como todos los días, subí a mi habitación y encendí el ordenador. Entré en la página de letras escondidas para ver los relatos y poemas de mis compañeros, pero me llevé una sorpresa. Un mensaje de Esthercita me esperaba.
"Estamos en un nuevo foro, prosófagos. Vente."
Sin dudarlo, ingresé en el nuevo foro, pero había algo... extraño. Al entrar en la página principal, oí un grito estremecedor procediente de la pantalla. Me acerqué asustado. Una mano salió del monitor y me llevó dentro del foro. Caí en un edificio en llamas. No había nadie a mi alrededor, así que decidí huir del fuego. Pero no había salida. De golpe, me choqué contra Margarita. -¿Margarita? ¿Qué pasa aquí? -¡Corre Pablo! Una lanza atravesó a la pobre Margarita, que cayó muerta encima de mis brazos. Aterrorizado, fijé la vista en su asesino; un hombre con una gabardina de cuero negro, vaqueros y unas botas militares. Llevaba un sombrero de tonos oscuros, ala ancha y sus ojos eran de un azul... penetrante. Caí desmayado mientras oía una voz que me susurraba: -Uno...

Aparecí en una estación de tren. Todo estaba en ruinas. Un vagón se hallaba descarrilado a mi izquierda. Comencé a caminar, asustado por el ruido de mis pisadas en el silencioso andén. Al pasar una esquina me encontré con Fulgencio. Llevaba dos pistolas enfundadas en su cintura. -Pablo, debemos alejarnos de aquí cuanto antes. -¿Qué ocurre? -Luego te lo cuento, coge esta pistola. Me tendió el arma y la ajuste a la cadera. Los dos caminabamos hacia una dirección que solo Fulgencio sabía. Pero algo nos cortó el paso. Un gusano de varios metros de largo surgió del suelo, delante de los dos. Comenzamos a disparar, pero este se extendió y engulló a Fulgencio de un bocado. -¡Nooooo! Seguí disparando hasta matar al monstruo. Con temor, entré en su boca y saqué asqueado a un Fulgencio herido de muerte. Un líquido extraño, seguramente ácido, cubría al desafortunado Fulgencio, que gemía de dolor. -Pablo... huye del hombre, cuando llegue al número siete, estaremos todos perdidos. -¿De qué hablas? Unos ojos helados se clavaron en mi nuca, lo sentí. Al girarme me encontré con él... y volví a caer inconsciente, encima de Fulgencio. Logré oír algo más: -Dos...

Ahora aparecí en un bosque sombrío. Una niebla casi palpable envolvía el lugar y hacía un frío penetrante. Caminé de nuevo, pensando con quién me encontraría. Una figura salió de la espesura. Esthercita. -Pablo... -Hola Esthercita, ¿me puedes contar que está ocurriendo aquí? -Estoy tan confusa como tú... No se qué hacer, llevo horas dando vueltas por este maldito bosque y... De repente, una sirena comenzó a sonar. Los dos nos pusimos en guardia y nos juntamos. Se oían aullidos y gruñidos. -¡Huyamos! -dije asustado. Avanzamos por la espesura, corriendo para salvarnos. Entonces, el hombre salió de la niebla armado con un bate y golpeó a Esthercita en la cabeza, dejándola en el suelo. -¡Para! ¿Por qué haces esto? Me acordé de que tenía la pistola de Fulgencio, así que la desenfudé y disparé al hombre entre ceja y ceja... y no ocurrió nada. La bala salió por detrás de su cabeza y éste ni se inmutó. Horrorizado, caí al suelo mientras unos lobos antinaturales engullían a Eshtercita. -Tres...

Ante mis ojos se extendía un gran lago. Era de noche, muy clara. Unas farolas iluminaban el único camino a seguir, alrededor del lago. Me interné en él, con la pistola en alto. Entonces apareció ñam, mojada y tiritando. -Ayúdame... Se desplomó ante mí. Su pulso era débil, así que me quité la camiseta y la coloqué sobre su cuerpo. La abrazé para darle el mejor calor posible, el humano. -Pablo, tienes que acabar con él. Su poder reside en sus ojos... Una sierpe surgió de las aguas, antes tranquilas, del lago, con un objetivo fijado: ñam. Intenté apartarla pero fue en vano: la sierpe mordió a ñam por la cadera y la partió por la mitad. Horrorizado, oí sus gritos agónicos mientras su último aliento salía de sus labios. Un charco de sangre se formó a mi alrededor. Me puse la camiseta y alcé la vista hacia el hombre. Saqué la pistola y le disparé en un ojo. Éste cayó al suelo, gritando. -¡MUERE! -dije sádicamente. Cuando fui a dispararle al otro ojo, me fulminó con la mirada. Esta vez caí yo en redondo. -Cuatro...

Un hospital era el escenario donde me encontraba. Pero todo estaba en silencio. Las paredes muy sucias y múltiples objetos esparcidos por el suelo. -No puedo más... Me senté en el suelo, muerto de miedo, y empecé a llorar. Elisabet apareció por una puerta y se acercó. -Pablo, no llores, comprendo por lo que estás pasando. -Aléjate, solo provocaré más muertes. -Qué dices, anda sube y... Elisabet nunca llegó a terminar la frase. Una jeringilla llena de aire estaba clavada en su cuello y una mano la empujó hasta que la aguja salió por el otro lado. Elisaber se desplomó. El hombre me miró; quedé inconsciente. -Cinco...

Estaba en una gran avenida, bordeada por edificios con tonos oscuros que me infundieron un pánico extremo. Avancé por la interminable calle hasta encontarme con el hombre. Sujetaba a pepsi con las dos manos, asfixiándola y quitándole su vida. Reaccioné y apunté al otro ojo. Apreté al gatillo. La bala impactó en el blanco, haciendo que el hombre soltase a pepsi. Todavía viva, salió corriendo y cayó llorando a mis pies. El hombre quedó tirado en el suelo... muerto. -Gracias por salvarme Pablo... -Todo ha acabado pepsi, todo ha acabado... Era mentira. El sonido de una pistola se escuchó por todo el lugar; una bala atravesó a pepsi y se hundió en mi barriga. El hombre sujetaba una mágnum recién utilizada. Pepsi cayó muerta, y yo inconsciente encima de ella. -Seis...

Estaba amarrado a una silla eléctrica. Veía sus controles delante de mí, pero no había nadie para accionarlos. Aterrado, comencé a pedir ayuda, pero nadie venía... o sí. Él vino. -¡Déjame vivir, por favor! ¡Déjame en paz! Accionó los controles y una descarga de diez mil voltios sacudió mi cuerpo. Mi sangre se desparramó sobre mis piernas y mi vida se apagó, no sin antes oír: -Siete...

Los otros miembros del foro fueron sucumbiendo uno a uno ante una serie de extraños asesinatos. Ninguno quedó vivo.

4 comentarios:

Esther dijo...

!Juajuajuajuajua!

Estos foros donde todo puede pasar...

Pero eso sí: olvídate que alguna vez te perdone lo del bate de béisbol !qué poco romántico! Por lo menos luego aparecieron esos lobos sobrenaturales... en fin, algo es algo...

Cariños
Esther(cita)

Pablo dijo...

En fin, al menos moriste mientras estabas inconsciente... No sentiste nada; podría haber sido mucho, mucho peor... muajajajaja
Un abrazo :D

Esther dijo...

Eso es cierto, Pablo, estaba inconsciente. Debo reconocer que fue todo un detalle de tu parte, compañero, todo un detalle..

Cariños,
Esther

Pablo dijo...

Tómalo como un regalo de reyes jajaja, un abrazo :)