domingo, 9 de marzo de 2008

No estás

El cielo azul por siempre,
el pasto verde se mece en el aire, bailando.
Sería una mejor vista contigo, conmigo.
Si no me hubieses encontrado,
estaría bien conmigo mismo,
nunca me sentí solo;
entonces viniste tú.

¿Qué debo hacer ahora?
Estoy encadenado, adicto a tí.
Mi cuerpo me duele,
ahora que te has ido.
Mi mundo se desmorona.

Me diste todo lo que tenías, y más,
anhelaste mi felicidad.
Cuando me haces sentir alegre
tú sonríes,
pero ahora siento tu tensión.
El amor nunca significó ser como un loco asunto,
no. Y quien tiene tiempo para lágrimas...
Nunca pensé que me sentaría alrededor y lloraría por tu amor,
hasta ahora.

Siento tu tensión…
Y quién tiene tiempo para lágrimas…

Las memorias de Salitrea II: Caminando en la oscuridad

Avancé por el estrecho camino hasta llegar a la edificación. Las paredes exteriores estaban deterioradas, sin pintura y con agujeros en su mayor parte. Parecía que estaban destruyendo el edificio. Me decidí por entrar, ya que no había otro sitio a donde ir.
Me encontraba en un pasillo con un par de ventanas, una puerta y un ascensor a su lado. Evidentemente, el edificio carecía de electricidad, así que deseché la idea de utilizar el ascensor. Iluminando las escaleras con la linterna, subí varios pisos, sin encontrar puertas abiertas. En la tercera planta encontré un cartel que avisaba: “Se prohibe la entrada, debido al derrumbamiento del cuarto piso”; temí que el derrumbe hubiera afectado también a las escaleras, pero por suerte no fue así, y al llegar al quinto piso pude, ¡por fin!, dejar las escaleras. A la luz de la linterna, observé un pasillo sembrado de escombros, quizás producto del derrumbe; me ví obligada a avanzar con suma precaución, temerosa de encontrar grietas en el piso o de que los escombros ocultaran alguno de los horrores de Salitrea.
La mayor parte de la siguiente habitación se hallaba derruida y no tenía muchos muebles, pero había una pasarela pegada al exterior que llevaba a otro edificio. Subí cuidadosamente y di dos pasos cuando un grito se escuchó por todo el lugar, exactamente a mi espalda. Desenfundé a “Black Rose” (la primera vez en siete años) y giré sobre mí misma. Sabía que tarde o temprano me encontraría con un monstruo, pero nunca imaginé que sería tan terrible. Una mujer sin un ojo corría detrás de mí, algo la perseguía. Cayó de golpe y un hombre la devoró viva. Yo salí corriendo, mientras notaba que la pasarela se aflojaba. Justo antes de llegar a la ventana del otro edificio, esta cedió y se precipitó al vacío. Salté y conseguí agarrarme al bordillo de la ventana. El monstruo me había perseguido, por eso se hallaba ahora entre los restos. Entré en la habitación y me llevé una sorpresa.
Al principio me cegó la luz, pero luego conseguí ver dónde me encontraba. Había accedido a un despacho limpio y pulcro, con muchos libros. Un par de plantas adornaban la habitación, y junto a ellas un hombre me miraba, curioso. Debía de tener alrededor de cuarenta años; algunas canas cubrían su cabeza, se notaban las arrugas de su cara y llevaba gafas. La barba recién cortada, la vestimenta y su pose decían que era un hombre poderoso.

-Hola Lisa, así es cómo te llamas, ¿verdad?
-¿Y tú quién coño eres? –pregunté, cortante.

Se colocó sus gafas y comenzó a hablar.

-Me llamo Jameson, no lo olvides, ¿ok?
-¿Jameson?

Muchas imágenes rondaron por mi cabeza; siete años atrás, cuando le salvamos de aquel monstruo, los momentos que pasamos juntos… y cuando le abandonamos en Salitrea.

-Sí, pero tranquila, estoy de tu lado.
-¿A qué te refieres con eso?
-Pues que no estoy con Claudia; no me clasifiques con esa loca. A ella se le ha ido completamente la olla con todos esos ritos paganos y satánicos. Aunque todo lo que digo debe de ser muy duro para ti… Al fin y al cabo, es tu madre.

El silencio invadió la habitación durante un corto periodo.

-¿Mi madre? ¿De qué me hablas? –pregunté asustada.
-A… ¿Con qué Harry no te contó nada?
-Mi padre dijo que mi madre había fallecido hace veinticuatro años en un accidente.
-Bueno, entonces ya lo descubrirás sola.

Jameson salió de la habitación y me dejó sola. No es posible que Claudia sea mi madre, serían muchas coincidencias. Además, ¿por qué me mentiría papá? Enfundé mi pistola y decidí explorar el edificio, buscar la manera de salir de él. Abrí la puerta por donde salió Jameson y accedí a una gran zona con varias columnas, puertas y un ascensor semiabierto… que tampoco funcionaba. Me fijé en que la puerta del piso de abajo estaba abierta, pero no podía bajar por el ascensor… tendría que buscar las escaleras. Desafortunadamente, la puerta que daba acceso a ellas estaba fuertemente cerrada, imposible de forzar. Debía de buscar algo para abrirla. Decidí explorar esta planta.
Volví a estar a oscuras, por lo que encendí la linterna. Pasé por un par de habitaciones, la mayoría oficinas, en donde solo encontré una cuerda, útil para bajar por el ascensor... que estaba cerrado. Tras dar varios rodeos entré en una galería llena de cuadros, muchos sobre el Apocalipsis. Encontré un gato que me serviría para abrir las puertas del ascensor. Orgullosa de mí misma, retrocedí hasta llegar al ascensor, pero algo había cambiado.
Al entrar a la sala, comencé a escuchar gruñidos. Asustada, desenfundé mi pistola y me pegué a la pared. Al cabo de unos segundos, dos perros se pararon delante de mí. Observe aterrada, que su cabeza tenía dos mandíbulas llenas de sangre coagulada; las abrían como los cocodrilos.
Se lanzaron hacía mí pero conseguí abatir a uno de ellos antes de que el otro se me echase encima. Consiguió morderme la mano, acto seguido le disparé.
La herida era bastante fea, pero no tenía nada para curarme, así que decidí bajar por el ascensor. Lo abrí gracias al gato y luego bajé con la cuerda atada a los dos cadáveres de los monstruos. Llegué al piso de abajo, donde solo había una bañera y una puerta que también estaba cerrada. Al volver, observé que la bañera se estaba llenando de sangre.

-¡Dios! ¡Mi cabeza!

Comenzó a dolerme intensamente mientras a mi alrededor el edificio cambiaba; las paredes se ensangrentaban y ensuciaban, aparecían puertas de metal oxidadas, muebles rotos y el suelo se cubría de algo. Me quedé inconsciente.

Una voz…

“Estás siendo invadida por otro mundo, lleno de pesadillas, soñado por alguien.”